Las plantas industriales y la maquinaria pueden presentar riesgos tan elevados que el hombre y el medio ambiente no deberían estar expuestos a ellos bajo ninguna circunstancia. Si existe un peligro tan grande, deben mitigarse los riesgos para cumplir con los requisitos de seguridad.
El nivel de integridad de la seguridad, o SIL, es un indicador que permite cuantificar la reducción del riesgo. El SIL es un elemento fundamental de la seguridad funcional, pero también el objeto de muchos malentendidos. Pepperl+Fuchs aclara tres de los conceptos erróneos más comunes.
La calificación de SIL necesaria depende de los riesgos iniciales inherentes a los sistemas o procesos de la planta. Es necesario cumplir el siguiente principio: el riesgo residual que queda después de una reducción del riesgo debe ser inferior al riesgo tolerable. Si esto es factible con SIL 2, puede que la instalación de un dispositivo de protección SIL 3 sea demasiado avanzada en determinadas circunstancias.
El rendimiento excesivo de un SIL puede resultar en esfuerzos y gastos innecesarios, al igual que un seguro demasiado completo y costoso en el sector privado puede suponer un desperdicio de dinero. El objetivo es diseñar el dispositivo de protección para que la reducción del riesgo alcanzada se corresponda lo máximo posible con el SIL necesario.
Cuantificar la probabilidad de que exista un fallo en un dispositivo de protección no es suficiente para cumplir con un nivel de integridad de la seguridad. Se deben tomar medidas fundamentales para la prevención y el control de los fallos con ese fin. La norma vigente exige, ante todo, la aplicación de un sistema de gestión de la calidad especial (Sistema de gestión de seguridad funcional).
Además, el control de fallos en elementos como la redundancia, el comportamiento seguro y la detección de fallos (diagnóstico) son obligatorios. El grado en que deben aplicarse estas medidas depende del SIL en cuestión.